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DÍA DEL MAESTRO

La alarma de las 06:00 a.m. rompe el silencio con su vibración melódica
amigable. Los ojos se abren, pero aún es de noche… Ayudado por la luz artificial, el “profe musical”, como le dicen de cariño, se viste mientras su
mente repasa las actividades diversas planificadas para la larga jornada que le espera, siempre tarareando alguna canción que lo acompañe todo el día.
07:00 a.m. La ciudad que nunca duer- me abre los brazos para liberar a los pre- sos de la oscuridad, el rumor se convierte en el bramido cotidiano de bocinas, gri- tos, música casual, silbidos, voceado- res de afán económico, tacones a contra tiempo, petardos de alegría o de enojo y una morenada… Siempre se escucha una morenada para recordarnos que, a pesar de cualquier cosa, hay motivos para cele- brar. Todo es sonido, caótico, agresivo y  bullicioso, ese entorno nos despierta, nos mantiene alertas, mientras encontramos nuestro propio ritmo y voz en el pentagrama eterno, cotidiano de la calle.
La conciencia del entorno sonoro es de preocupación del “profe”. En sus clases, interacciona musicalmente con curiosos ojitos y
oídos interlocutores que atienden hasta el mínimo detalle pues el canto y movimiento son naturales en el ser humano, pues a esa edad, se expresa en libertad sin las fobias y filias que el mundo adulto impone. El “profe”, es
un niño más que se integra al grupo con ideas nuevas que sugiere y comparte, en busca de lograr esa conciencia de la exploración de las
posibilidades sonoras del entorno cercano, y su repercusión en la interpretación de canciones que motivan cantar y expresar con el
cuerpo las sensaciones y emociones internas, no siempre venidas a la superficie.
El “profe”, como es habitualmente necesario en el rubro, escudriña el interior de cada un@ de l@s miembros del grupo de manera individual para sumar las particularidades al espíritu general de la sala. Y es que no puede limitarse a cumplir objetivos diseñados por los gobiernos, su trabajo consiste en que ese proceso de apropiación de contenidos se de- sarrolle de la forma más natural con actividades que hagan fluir el caudal del conocimiento en un río transparente, cálido, divertido y emocionante para navegar. El velero, en este caso, es la música.
Este héroe cotidiano, esta heroína consuetudinaria del conocimiento y sus formas lúdicas de transmisión, merecen todo el cariño, respeto y respaldo de las sociedades donde se prodigan, ya que son l@s llamad@s a sembrar esa semillita del “bien” más allá de absolutismos dicotómicos
que nos condicionan a que el mundo es “blanco o negro”, que debemos ser “día o noche”, para no caer al cielo o al infierno. Son l@s llamad@s
a desarrollar el sentido crítico, la independencia resolutiva, la comprensión certera de que el castigo o premio son una ilusión, como el control.
La conciencia de que nuestras decisiones traen consecuencias que nos harán reír, llorar, compartir o hasta zapatear. Son l@s llamad@s a guardar
la cabeza y el corazón de generaciones presentes en pos de un futuro mejor, valga el cliché.
Ya el sol completó su viaje al rededor del cielo y el ocaso es inminente, po- dría ser un día cualquiera, pero el “pro- fe musical”, al igual que sus  colegas en el resto del mundo, hace que cada día sea distinto en la retina, en la memoria y el sentir de una niñez que no debe ser vapuleada, ni subestimada, más bien todo lo contra- rio, docentes, profesores, maestros/as, educadores son l@s llamad@s a encender y acompañar la luz del caminito y desentrañar las sombras que inevitable- mente son parte del paisaje, con la sonrisa sincera y una canción en el corazón.
¡Felicidades maestros/as de Bolivia! (Carlos Sivila Zárate/es cantautor y gestor cultural potosino).

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