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GLORIAS MUSICALES POTOSINAS III: EDUARDO CABA

Con el objetivo de retornar de Europa, Caba solicita ayuda al entonces
Ministro de Bolivia en París, Simón I. Patiño, quien apoya al músico en
apuros. Retorna a Bolivia en el vapor Il Conte Rosso de la Compañía Lloyd Sabuato.
De retorno a Buenos Aires se dedica a actividades comerciales y posteriormente se traslada a Montevideo donde vive junto a su familia durante dos años.
En 1935 Montevideo acoge la realización de un concierto del célebre pianista catalán Ricardo Viños quien estrena su Aire Indio Nº 5 dedicado
a él. Su estancia en Montevideo queda registrada por dos entradas del Boletín Latinoamericano de Música del año 1937 editado por el musicólogo Francis Curt Lange. En la publicación se le menciona en El programa musical de la Velada de Arte y Cultura Popular. También se le menciona en un folio titulado Presentación de Eduardo Caba por María V. de Muller (4 de junio de 1936) y se publica La música en Bolivia por Eduardo Caba (cuatro folios numerados).
También se menciona a Caba en un programa de concierto donde se interpretan los Aires Indios del 1 al 6 y los Cantares Indios: 1. Kollavina, 2.
Korikilla, 3. Flor de bronce, 4. Flor de amor, 5.
Pollera nueva y 6. La hilandera.
Uno de los difusores más importantes de la obra de Caba fue Ricardo Viñes Roda (1875- 1943) pianista español formado en Barcelona y París que triunfó en toda Europa como intérprete y divulgador de la moderna música francesa y española. Gran amigo de Maurice Ravel, Claude Debussy y Manuel de Falla (quien le dedicó la obra Noches en los jardines de España) y maestro de piano de Francis Poulenc.
Viñes difundió la obra de Caba en numerosas oportunidades. De su colección privada pudimos obtener el manuscrito Aire Indio Nº 5 que
Caba dedicó al pianista catalán.
Otra intérprete de renombre que se ocupó de difundir la obra de Caba fue la célebre soprano francesa Ninón Vellin (1886-1961), una cantante versátil que abordó el recital, la ópera y la opereta con el mismo éxito.
Tenía razón Eduardo Caba. A partir de entonces su obra “caminaría sola” y es que todo lo expuesto no hace sino confirmar la enorme estima que en todas partes tenían por este músico boliviano extraordinario, tanto en su obra como en su forma de vivir.
En 1943 Eduardo Caba retornó de Buenos Aires a La Paz para hacerse cargo de la dirección del Conservatorio Nacional de Música. Este capítulo de su vida —sus últimos diez años— aún no ha sido investigado, pero lo cierto es que estuvo poco tiempo en el cargo. Es lógico suponer la cantidad de intrigas y envidias que su presencia suscitó.
Argentina, Uruguay y los países de Europa lo acogieron siempre de una manera generosa. Sin embargo, su último destino, Bolivia, aún le debe mucho pese a la pensión vitalicia que el gobierno de Villarroel le concediera y que más tarde le pasó a su viuda. Un ejemplo doloroso
de ello es el anunciado estreno del poema sinfónico Illimani, que debía llevarse a cabo y que nunca fue estrenado por falta de voluntad institucional. Es una de las obras perdidas de Caba, obra de gran
aliento que, según su autor, tenía tres partes y era para orquesta sinfónica y coro. Aún queda mucho por buscar y por escuchar de la trascendente obra de este  enorme músico boliviano. (Carlos Sivila Zárate /es cantautor y gestor cultural potosino).

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